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Ruta por el Barranco de las Cinco Villas

Al dirigirnos desde la ciudad de Ávila hacia el Valle del Tiétar, lo lógico es seguir por el barranco de Cinco Villas, pero imperdonable sería no acercarse hasta Lanzahíta. El camino, el pueblo y la iglesia justifican el corto desvío. En el templo, junto a los primores arquitectónicos de un gótico ya tardío, debe verse con detenimiento el retablo que tallara Pedro de Salamanca a mediados del siglo XVI.
castillos en gredos

Los cinco pueblos del Barranco de las Cinco Villas

Cuatro pueblos con el apellido Valle (Santa Cruz, Cuevas, San Esteban y Villarejo) y Mombeltrán, el antiguo Colmenares de Arenas, forman el Barranco de Cinco Villas. Otra vez, una vegetación y fauna atractivas; otra vez, la sabiduría de una arquitectura popular con soluciones adecuadas al entorno y un rico pasado monumental saldrán a nuestro paso. Para quien gusto de encontrar en su ambiente las obras de arte del pasado, San Esteban, Villarejo y Cuevas y el magnífico conjunto de Mombeltrán son parada obligada en nuestro camino al sur de Ávila.

En la iglesia de San Esteban destacan la portada sur, con una pequeña escultura de la Virgen; las bellas nervaduras de la cubierta y las fenomenales obras de forja (reja y púlpito), fechales en 1524 y atribuibles a Lorenzo de Ávila, son de los más valioso de la provincia. Del pueblo y su arquitectura baste con deir que no desmerecen del templo.

En Villarejo encontraremos una iglesia similar a la última y a la que luego veremos en Cuevas, y adornada con las características bolas abulenses.

Calzada romana en Ávila

Hasta Cuevas del Valle llega la magnífica calzada romana que -en el tramo conservado- sube hasta el puerto del Pico (se apunta la conveniencia de subir hasta allí para ver a la vez la calzada y la impresionante panorámica y hasta para beber agua de su fuente). La iglesia, quizá levantada sobre otra anterior, es fechable a fines del XV por los capiteles con granadas. En el interior destacan algunas tallas y los frontales de azulejos talaveranos del XVII.

Debe entrarse en Mombeltrán con respeto y con cuidado, y sin prisa alguna. Quien no quiera ver , que pase de largo. Quien, al contrario, quiera sentir lo que somos y lo que fuimos, que ande con cuidado estas calles, que entre en silencio en el templo, que suba hasta lo más alto del castillo y pierda sus ojos en los montes circundantes, y busque en su memoria los datos de aquel don Beltrán de la Cueva del siglo XV.

La Mira y los Galayos

Indudablemente el punto de más atractivo para el montañero aficionado a Gredos y particularmente al macizo central lo constituyen, aunque por motivos diferentes, La Mira, gran cumbre que domina todo el paisaje arenense, y las espectaculares agujas graníticas del Galayar, que polarizan el interés de los escaladores que acuden a Gredos a realizar sus actividades deportivas (para muchos de ellos Gredos se resume en los Galayos, los Hermanitos y alguna que otra pared más). Se encuentran ambos en la parte más alta del valle del río Pelayo, o Garganta de Guisando, que cierra, al N, la gran mole de La Mira (2.343 m), en la divisoria principal. Esta lanza dos contrafuertes en dirección NW-SE. El oriental, o Cuerda de los Galayos, lo separa del valle de Ríocuevas y se inicia en el Galayar para descender rápidamente por las Berroqueras (1.649 m), la Cabeza del Covacho (1.566 m) y la Cuba (1.282 m). El occidental, o Cuerda del Amealito, sirve en su primer tramo como divisoria con la Garganta Lóbrega, y en el Cabezo del Cervunal lanza un ramal hacia el SE que culmina en Cabeza Arbillas (1.595 m) y se prolonga por la Cuerda de la Sillita, que lo separa de la Garganta de Arbillas. De la cumbre de La Mira se desprende otro pequeño, aunque muy abrupto, contrafuerte que culmina en los riscos del Chocarrón y del Enebro, de apariencia y origen análogos a los del Galayar. Entre dicho contrafuerte y los Galayos queda comprendido el estrecho y salvaje rincón llamado la Apretura.

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